Rocosas Canadienses: En el país de los superlativos
En este país todo tiene un tamaño excepcional: Paisajes de amplios horizontes, trenes constituidos por un interminable número de vagones, camiones enormes, RVs (vehículos de recreo) de dimensiones muy generosas, a veces impactantes. Plazas de camping acorde al tamaño de los RVs. Carreteras anchas. Incluso para los productos de alimentación existen grandes formatos. Árboles gigantes. Bosques tan densos que en caso de incendio (siempre que
ocurra lejos de núcleos habitados) se deja que quemen sin control, hasta que los apaguen las lluvias otoñales. Ello permite que los bosques se regeneren y acojan de nuevo vida animal, ya que a partir de los 80 años de edad empiezan a resultar impenetrables.
Motivación del viaje
Éste ha sido un viaje esperado desde hacía tiempo. Un año antes del viaje, dejamos de incurrir en dos gastos mensuales recurrentes, lo que nos permitió ahorrar y por fin tomar la decisión.
El itinerario
Aterrizaríamos en Calgary, para regresar a casa desde Vancouver, tras recorrer las Rocosas Canadienses, y visitar Whistler y la isla de Vancouver.
Y lo haríamos en este sentido, y no en el contrario, pues Vancouver (no sabemos si debido a los Juegos Olímpicos de invierno) estaba aplicando un impuesto adicional a Calgary, por lo que el alquiler de la autocaravana resultaba más económico si se realizaba desde Calgary.
Una vez de vuelta del viaje, nuestra impresión particular es que se pueden dedicar todos los días disponibles a las Rocosas, prescindiendo de la isla de Vancouver, salvo si se está interesado en avistamiento de ballenas, kayak o inmersión. Los paisajes de las Rocosas no tienen rival (aunque la costa del Pacífico, al oeste de la isla de Vancouver, nos produjo un cierto estremecimiento, en las cercanías de Port Renfrew). El viaje podría diseñarse con ida y vuelta desde Calgary, ampliando los días de visita al parque de Waterton y quizás añadiendo al itinerario el vecino parque americano de Glacier.